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Полная версияObra de segundo Tono - Anónimo.
El clave ha tenido un importante papel en la música académica europea desde el siglo XVI hasta el XVIII y, después, en el siglo XX, ya sea como solista, como acompañante o a solo, teniendo su edad dorada en el Barroco, para después caer en el olvido en el Romanticismo y resurgir con fuerza en el siglo XX.Las aportaciones de músicos italianos, como Girolamo Frescobaldi, alemanes, como Johann Jakob Froberger y Johann Sebastian Bach, franceses, cual François Couperin o Jean-Philippe Rameau, y Domenico Scarlatti que compuso la mayor parte de su obra para teclado en España, creando una escuela propia entre cuyos seguidores figuran autores como Sebastián de Albero o Antonio Soler, crearon un repertorio clásico para este instrumento durante los siglos XVII y XVIII. El clave goza cada vez de más popularidad y reconocimiento, y tras las contribuciones de Cabezón y Valente, los virginalistas ingleses y el holandés Jan Pieterszoon Sweelinck, entre finales del siglo del siglo XVI y 1630, abrirán una época importante en la música para clave, que abarca todo el Barroco, desde 1600 hasta 1750, y reunirá un nutridísimo corpus de obras compuestas por músicos de toda Europa.Pero el instaurador de las formas clásicas para el clave barroco europeo es, sin duda alguna, el italiano Girolamo Frescobaldi (1583-1643), que estableció un repertorio de tocatas, caprichos, fantasías, ricercare (nombre genérico para cualquier pieza contrapuntística) y variaciones o diferencias virtuoso para el clavicémbalo a solo en la primera mitad del seicento. Siguiendo su estela e influidos por él surgen las escuelas del clavecín barroco en la segunda mitad de su mismo siglo XVII. Inglaterra (con Henry Purcell), Alemania (con la personalísima música de Johann Jakob Froberger) o Francia, si bien en el caso francés se mantuvo una tradición propia en el XVII que, sin embargo, adoptó finalmente la influencia italiana a fines de ese siglo y en la primera mitad del XVIII.Un caso excepcional es el de Domenico Scarlatti, que nace en 1685 en el Reino de Nápoles perteneciente por entonces a la Monarquía Hispánica. Tras sus primeras sonatas italianizantes, adopta un estilo fuertemente influido por los modos arabizantes y el sentido del ritmo muy marcado de la música popular española. Todo ello le llevó a crear un variado y original de sonatas bipartitas para clave que suponen uno de los grandes monumentos a las posibilidades virtuosas y al desarrollo de la composición de este instrumento. La música para clave en la Península Ibérica tiene un hito importante en la llegada de Domenico Scarlatti, compositor y clavecinista napolitano, a la corte lisboeta de la princesa portuguesa Bárbara de Braganza como maestro de música y teclado en 1721. Cinco años más tarde, tras el matrimonio de su alumna con el futuro rey de España Fernando VI, se traslada a Sevilla, donde escuchó los aires populares andaluces que tanto influyeron en su música, y posteriormente a la corte de Madrid, donde murió en 1757.En estos más de treinta y cinco años, Scarlatti desarrolló un estilo profundamente influido por las tonalidades y modos andalusíes y por el ritmo vivo de los rasgueos de guitarra o las castañuelas en las más de quinientas sonatas bipartitas que compuso para el clavicémbalo y que supusieron un monumento capital de la música española e influyó en la escuela de clavecinistas ibéricos contemporáneos y posteriores.Así, se pueden observar concomitancias en la figura principal del clave lusitano del siglo XVIII, Carlos Seixas, nacido en Coímbra y organista de la Catedral de Lisboa. Poco más tarde fue ascendido a vicemaestre de la Capilla Real, cuyo titular era Doménico Scarlatti, y a cuyo contacto se debe la influencia del clavecinista italo-español.Al lado de Scarlatti en la corte española trabajó el maestro de clave de Fernando VI, Sebastián de Albero. Se trata de un clavecinista vigoroso y vanguardista que, sin embargo, dejó poca obra debido en parte a que no fue publicada o conservada y a su pronta muerte a los treinta y cuatro años.La segunda mitad del siglo dieciocho está ocupada por la imponente figura del Padre Soler. Nacido en Olot, pronto obtuvo el cargo de organista y director del coro del monasterio de San Lorenzo de El Escorial, donde entabló contacto con Scarlatti y otros clavecinistas españoles como José de Nebra. Su música, que ya preludia el clasicismo, se diversificó en conjuntos instrumentales y corales, con obras sacras y profanas en las que mostro una prolífica maestría.